BAI, una respuesta optimista a la realidad

Francisco Mangado 
03/02/2025


El Instituto BAI aspira a ser una respuesta y un instrumento de acción en el que se mezclan la realidad del ejercicio de la arquitectura hoy —al menos en los países que incluimos en el epígrafe de ‘desarrollados’— y la situación de la enseñanza de la arquitectura y la construcción, así como el papel que ha de ocupar la profesión y el sector en el contexto de la realidad social, económica y laboral de nuestro país. Una realidad rápida en sus cambios, que define un nuevo marco determinante para el ejercicio de la arquitectura y que, en la mayoría de los casos, viene impuesta al margen del significado de lo que es esa disciplina.

Es justo reconocer que esta confluencia en torno a la cual surge BAI ha contado con el necesario apoyo —tanto en lo que a la diagnosis como a los objetivos e instrumento se refiere— del Gobierno de España y el Gobierno de Navarra, que han dotado de instrumentos financieros, legales y administrativos a un Instituto que nace con una vocación de exigencia, rigor y excelencia, y está abierto a la incorporación de cualquier mejora que ayude a alcanzar estos objetivos.

Una propuesta desde la realidad

El modelo de arquitectura artesanal tal y como se ha concebido en Europa, y de manera especial en España, parece que ha llegado a su fin. La arquitectura como disciplina que articula y resuelve problemas a partir de una realidad compleja a la que sirve está desapareciendo. Esta manera de hacer donde al arquitecto asume un papel de síntesis, de integrador de conocimientos, solo sobrevive de manera reconocible en los países menos ricos donde el contexto, en ocasiones duro y del que es difícil escapar, se impone por necesidad y donde las limitaciones derivadas de la escasez resultan a la postre más estimulantes para hacer arquitectura que el exceso, la regulación y el orden establecidos en los más ricos.

En estos, la arquitectura ha pasado a ser otra disciplina más sometida al mundo de la especialización —quizás es este el cambio y la deriva que de manera más intensa ataca a la esencia de la arquitectura en nuestros días—, y en donde el hecho creativo que significa la arquitectura se ha visto sustituido por otro, solo productivo, derivado de un invasor sistema corporativo que, poco a poco, ha ido impregnando la mayor parte de las intervenciones en la ciudad y de la arquitectura de nuestros días. Está en la naturaleza del sistema corporativo sustituir la identidad creativa y sintética del proyecto de arquitectura, que implica el liderazgo del arquitecto, por una realidad en donde nuestro trabajo es una parte subsidiaria, a modo de “asesor estético”, de un proceso principalmente basado en criterios financieros —que no económicos—, o en burocratizados procedimientos que resultan, a la postre y paradójicamente, profundamente ineficaces. Prima la homologación sobre el riesgo: la homologación por encima de la excelencia. Y así, el arquitecto que es crítico y reclama un papel como tal —trabajando en ocasiones más de lo que se le requiere— resulta al cabo molesto.

Junto a la realidad descrita vivimos unos años en los que el incremento del afán normativo y burocrático ha concluido en una notable falta de eficacia sin que ello haya supuesto un aumento de la arquitectura de calidad. Y este proceso se ha producido tanto en la administración pública como en las estructuras privadas, que han copiado sus procedimientos. La normativa que quiere regular todo acaba creando un contexto de pobreza conceptual e intelectual cuyo único objetivo es el cumplimiento de esos mínimos, con el tiempo transformados en máximos.

Esta compleja situación deviene en una realidad donde existe la tentación por parte de muchos arquitectos de desarrollar una arquitectura reductiva en la que la única preocupación es la apariencia del objeto arquitectónico. En el fondo se trata de un juego de acción y reacción —retroalimentados— que elimina del escenario la arquitectura de valor, realizada con la seriedad e intensidad debida. En cuanto reflejo de las demandas de la sociedad, las escuelas de arquitectura vienen a abundar en esta situación al afanarse, por un lado, en disminuir la condición politécnica de la formación en arquitectura y, por otro, en fomentar una especialización excluyente como supuesta respuesta a los requerimientos del mercado.

En lugar de intensificar una formación que nos permitiera continuar al frente del proyecto de arquitectura, la alternativa para un egresado de hoy es, cada vez más, o bien convertirse en una suerte de “especialista estético de fachadas” que actuará como parte de un grupo que se reparte unas decisiones disgregadas en las que la arquitectura es una especialidad más, o bien repetir hasta la saciedad una caligrafía propia, definida como exitosa por el mercado y que se reproduce como ‘identidad’ al margen de las circunstancias específicas de lugar y tiempo. Esta situación se ha traducido —en especial desde la implantación del plan Bolonia— en unas escuelas donde ha disminuido sustancialmente el nivel de exigencia y donde los programas académicos prescinden en buena medida de formaciones esenciales para el arquitecto como son las disciplinas politécnicas o, en el ámbito de las humanidades, el conocimiento de la historia de las ideas y de la arquitectura, así como los saberes ligados a las ciencias sociales, fundamentales para ayudar a comprender el contexto contemporáneo.

Una propuesta optimista

BAI (Centro Nacional para la Innovación y la Industrialización de la Arquitectura y la Construcción), busca ser una respuesta optimista a la situación descrita en el epígrafe anterior. Una respuesta que busca recuperar los valores esenciales y las respuestas que se esperan de nuestro trabajo. La esencia de BAI se fundamenta en una reafirmación de la arquitectura, pero teniendo en cuenta los contextos en los que se produce, y que reafirme el trabajo de los arquitectos por encima de las imposiciones administrativas y financieras que poco tienen que ver con los fundamentos de la arquitectura. Solo así se podrá mantener la identidad de la profesión y la disciplina, sin dejar de ser servir a la sociedad. No se trata de diluirse en un magma en donde el hecho cultural y de calidad deja de ser lo más importante y se diluye en lo constructivo o especulativo; por el contrario: queremos, desde los instrumentos y conocimientos de los que disponemos, hacer mejor arquitectura para cada realidad específica.

BAI no es solo un instituto de enseñanza. Es obvio que entre sus objetivos está, con carácter principal, la revisión de buena parte de la actual manera de enseñar arquitectura y construcción. Pero es en la naturaleza de sus contenidos y en la manera de organizar el acceso a los mismos, donde radica la singularidad y el valor de la apuesta de la nueva Institución como instrumento que reivindica una formación intensa en contenidos y exigente en resultados. No se trata de una escuela de posgrado más; antes bien, nos alineamos con una formación de excelencia singular y distinta. De ahí el compromiso de que la docencia se mezcle con la investigación en realidades que, por su especificidad, resulten de interés. BAI es, por tanto y de manera simultánea, un instituto de investigación y de enseñanza: se aprende investigando. Para ello, en términos instrumentales, se trabajará con laboratorios donde las propuestas arquitectónicas se levanten a escala real y, lo que es más importante, sobre proyectos que se construirán en la realidad. Todo ello —unido al reducido grupo de estudiantes y al sobresaliente elenco de profesores— implicará una inmersión en el debate y en el desarrollo de la arquitectura. En el fondo, se trata de trasladar al ámbito docente la manera de trabajar y pensar en un estudio, siempre desde la ambición intelectual y la vocación de excelencia.

El Instituto BAI hace del conocimiento de las técnicas más novedosas y del trabajo con la industria un instrumento básico de su trabajo. No se trata, en puridad, de nada nuevo: siempre la arquitectura ha trabajado con el artesanado y la industria, y esta relación ha sido el origen de generación de soluciones e ideas de primer orden, un proceso de intercambio que siempre ha avanzado en positivo. Las personas que están detrás del ideario de BAI ven precisamente en el reclamo de la materialidad arquitectónica y de las técnicas constructivas que la trabajan un punto de partida indiscutible para ordenar la discusión —y con ello la formación y la cualificación— en el panorama de la arquitectura de nuestros días. Un mecanismo útil para reelaborar la formación que nos haga dar respuesta a problemas ciertos por encima del actual reduccionismo que transforma la arquitectura en un espacio líquido en el que todo vale.

Es cierto que la técnica y la industrialización son muy importantes para BAI, pero no es menos cierto que nuestro objetivo no es convertirlas en objetivos en sí mismos, sino en instrumentos para transformar la realidad. El desconocimiento de las técnicas contemporáneas coarta la capacidad de proponer soluciones creativas, pero, para ser eficaces, estas deben funcionar como herramientas de aprendizaje y manejo que en modo alguno vayan en contra de la dimensión cultural y social de la arquitectura.

La arquitectura no es solo un esfuerzo de razón y descripción, lo es también de sentimiento e intuición: formamos parte de una cultura, trabajamos en contextos específicos y aspiramos a crear significados perdurables. Por eso, la intensa formación politécnica y el manejo de los sistemas técnicos más avanzados se hará en un contexto en el que se potenciará la formación de corte humanista y social que resulta esencial para definir el sustrato sobre el que se desarrolla la arquitectura. Así, el programa de BAI incluye tres módulos obligatorios, con carácter estructurante: “Medioambiente-Construcción-Historia”, “Pensamiento-Crítica-Diseño” y “Sociedad-Economía-Ciudad”. Complementados y enriquecidos con el de “Diseño y Nuevas tecnologías”, estos módulos constituirán el caudal de conocimientos que, al cabo, se materializará y sintetizará en el “proyecto de Arquitectura”. La de BAI, por tanto, es una formación politécnica que potencia la capacidad de síntesis que constituye la identidad del arquitecto: lejos de ser solo un “instituto técnico”, BAI combate el ánimo excesivo de especialización y compartimentación —y, con ellos, de merma de las capacidades— que parecen regir hoy el hacer y el enseñar la arquitectura.

Solo es posible acometer tan ambicioso proyecto desde el optimismo y el esfuerzo. No se trata de un proyecto de pasado, sino de presente y futuro: buscamos la solidez y el rigor en la formación y el trabajo como respuesta a un mundo cambiante en el que quizás estas dos actividades —especialmente la docente— se ha visto invadida por el ‘todo vale’ propio de una actitud hueca de objetivos y fundamentos.

Algunas características de BAI

BAI es un acrónimo correspondiente al Centro Nacional de Referencia de Innovación e Industrialización de la Arquitectura y a la Construcción. El hecho de configurarse como una institución nacional no hace sino expresar la ambición y la importancia de sus objetivos. Los trabajos e investigaciones del Instituto, adecuadamente divulgados, pretender ser una referencia en el ámbito nacional e internacional. Esta presencia se materializará tanto en el mundo de la docencia —sus resultados y experiencias podrán aplicarse en otras instituciones académicas—, como en el desarrollo de investigaciones que puedan tener un posterior efecto en distintos ámbitos de la arquitectura y su construcción.

El Instituto está comprometido con la internacionalización tanto en lo referente a los estudiantes que formen parte de las distintas promociones, cuanto a los profesores e investigadores invitados a formar parte de su claustro y equipo de desarrollo. El contacto con instituciones de naturaleza similar forma parte de esta internacionalización del conocimiento que hoy resulta imprescindible. En este empeño, se desarrollarán programas de intercambio y prácticas al máximo nivel. Igualmente, forma parte de la naturaleza de BAI la colaboración entre distintas disciplinas, un hecho consustancial a la arquitectura, pero que en nuestro aspira a trascender la condición de dicho recurrente y sin contenido para convertirse en el fundamente de todos los programas de investigación y enseñanza, no solo por las características de los investigadores-docentes, sino por el propio cuerpo de estudiantes, pues las enseñanzas estarán abiertas también a alumnos procedentes de formaciones no específicamente arquitectónicas.

Pero la interdisciplinaridad también se concibe desde una perspectiva instrumental, con el objetivo fundamental de hacer mejor arquitectura. La arquitectura en modo alguno puede ser la suma lineal de distintas opiniones o especialidades; por el contrario: estas han de articularse en torno a un elemento estructurante —el proyecto—, promovido y dirigido desde la arquitectura en cuanto ejercicio de síntesis. Este objetivo de interactuar al máximo con otros conocimientos y agentes se materializará, por otro lado y desde el principio, en la colaboración con una serie de industrias de dimensión nacional e internacional, que formarán parte del “Consejo Industrial de BAI”, al que se accederá exclusivamente a través de los méritos del currículum investigador y la demostrada capacidad para colaborar con la arquitectura. BAI no busca soluciones “de catálogo”, sino soluciones abiertas y específicas que sean fruto de una colaboración enriquecida entre industria y proyecto, y del trabajo de alumnos y profesores en el empeño de resolver problemas reales.

La tarea investigadora y formativa de BAI tiene un compromiso con la realidad. Es verdad que existen otros institutos con tecnología avanzada similares; sin embargo, la tónica general es que en estos institutos las técnicas sean, desde el principio, fines en sí mismas, lo que trae aparejada la actitud de buscar simplemente hace la “cosa” más difícil o la forma más sofisticada. Conocemos ya este modo de hacer y de pensar; y esto refrenda el compromiso de BAI con la realidad: no hay oportunidad más atractiva, sugerente y creativa que dar respuesta a los verdaderos problemas. Lejos de actuar como un lastre, la realidad es el reto que debe afrontarse desde el conocimiento serio y exhaustivo de los medios a nuestro alcance. De ahí que BAI insista en la condición social de la arquitectura y en su capacidad de mejorar nuestro entorno natural, económico y distributivo.

En los sucesivos capítulos de esta publicación se irán glosando las sucesivas contenidos prácticos referidos al Instituto Nacional de Innovación e Industrialización aplicado a la Arquitectura y a la Construcción, además de la información precisa referida a cuestiones de organización y funcionamiento del centro, y se irán deslizando los contenidos y objetivos de los distintos módulos y áreas de investigación que dan idea del ideario de una aventura que esperamos contribuya a mejorar una disciplina que, en modo alguno, puede convertirse en un privilegio. Antes bien: la arquitectura y la ciudad de calidad son un derecho.


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